Observacom
AnálisisAnálisis - HondurasSin categoría

Concentración y dispersión mediática en Honduras

«En una sociedad de 8 millones de habitantes, surcada por profundas desigualdades, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones  registra operando 653 estaciones de radio FM, 281 AM y 299 estaciones de televisión.»

Manuel Torres Calderón*/ Honduras, septiembre 2014

EnglishPortuguês

Honduras es una sociedad que tiene un activo importante en su condición de país “mediático”, activo que puede incidir a favor o en contra de la consolidación de la democracia[ac1] . Tres son sus características más recientes en la evolución mediática. La primera es la concentración de grandes medios en pocas manos, la segunda es la multiplicación de pequeños medios y la tercera la expansión de las nuevas tecnologías.

En una sociedad de 8 millones de habitantes, surcada por profundas desigualdades, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL) registra operando 653 estaciones de radio FM, 281 AM y 299 estaciones de televisión (2013).

En los últimos años se registra un auge de la televisión por la expansión de los sistemas de cable, al grado que existen canales locales, regionales y nacionales. Al menos 75% del auditorio hondureño asegura “informarse” a través de la televisión, seguida a larga distancia por la radiodifusión y la prensa escrita.

El mercado de consumo acompaña ese cambio de preferencia mediática. El Instituto Nacional de Estadísticas revela que 95% de los hogares la capital Tegucigalpa  y de la industrial ciudad de San Pedro Sula poseen al menos un televisor y cerca de la mitad está suscrita a TV por cable.

En las áreas rurales la implantación marcha a otro ritmo, pero 36% posee televisión y 9% tiene servicio de paga. Los “cableros”, dueños de los sistemas de cable, son un creciente poder que determina lo que la población debe ver y escuchar.

Un escenario común

La concentración mediática en Honduras no difiere mucho de otros países latinoamericanos. Es un fenómeno global y transnacional, especialmente en lo que refiere a televisión digital, por cable y nuevas tecnologías asociadas de las telecomunicaciones. El capital mediático transnacional es el competidor de los empresarios locales. Ante ellos su tendencia es venderles, asociarse o coexistir en el mercado.

El más reciente y expansivo de los competidores extranjeros es el mexicano Ángel González, quien ha comprado diez frecuencias de televisión, entre ellas ocho en operación. González es dueño de una treintena de canales de televisión en América Latina, muy conocido en Nicaragua y en Guatemala, donde se asegura es capaz de poner o quitar presidentes.

Respecto a la propiedad “nacional”, los principales medios radiales, escritos y televisivos se concentran en cinco familias (Ferrari-Villeda, Rosenthal Oliva, Andonie, Flores Facussé y Canahuati-Larach), las cuales a su vez, poseen o son accionistas importantes de una gran variedad de empresas en diferentes rubros como bancos, aseguradoras, exportadoras, procesadoras, importadoras, etc. Muchas vinculadas comercial, financiera y políticamente al Estado.

La familia Ferrari-Villeda, para citar un ejemplo, es dueña de 36 radioemisoras de banda FM, 25 de banda AM, 27 canales de televisión y un extenso sistema de cable. El ex candidato presidencial del popular Partido Anticorrupción, Salvador Nasralla, es empleado de su compañía Telesistema Hondureña S.A.

Si los medios de comunicación, señalan informes de la Relatoría de la OEA para la Libertad de Expresión, “están controlados por un número reducido de individuos o sectores sociales, o bien por uno solo, se genera una carencia de pluralidad que impide el funcionamiento de la democracia”.

La multiplicación de pequeños medios, pero no de los mensajes

En contraste con la concentración de los grandes medios, en los municipios y departamentos existe una cantidad considerable de pequeños medios (radio y televisión) con un mayor número de propietarios, lo cual no debe interpretarse como que el espectro se vuelve más democrático.

Muchos de esos medios son propiedad de dirigentes políticos que reproducen el modelo de comunicación social comercial e ideológicamente conservador. Un dirigente del Partido Liberal, Marco Antonio Ramírez, es propietario de 29 radioemisoras FM en diferentes zonas.

Quizá la excepción la forma una veintena de radios comunitarias que reivindican la construcción de la ciudadanía y la defensa de lo público. Por lo general poseen un kilo de potencia y su trabajo diario siempre concluye con la incertidumbre del día siguiente. No existe ninguna regulación estatal que les beneficie.

¿Qué demanda su trabajo para no desaparecer? Formación/capacitación, producciones conjuntas, una plataforma tecnológica común, capacidad de sostenibilidad y defensa en red.

La expansión de las nuevas tecnologías

Paralelo a los sistemas mediáticos tradicionales se suma una expansión acelerada de las nuevas tecnologías de la comunicación; destacando la informática (acceso a internet) y la telefonía móvil.

De nuevo aparecen acá los grandes capitales transnacionales, entre ellos el mexicano Carlos Slim, a través de América Móvil, dueña de la Marca Claro, y el consorcio Millicom International Cellular S.A, de la marca Tigo, la más fuerte en el país. Sus excesivos privilegios estatales contrastan con la orfandad de las radios comunitarias.

Similar al fenómeno de otros países, Honduras tiene al menos una línea activa de teléfono móvil por cada habitante, al grado que su pago ya se considera parte de la canasta básica, lo cual es alucinante si se toma en cuenta que al menos dos terceras partes de la población sobreviven con unos dos dólares diarios.

Con el desarrollo de internet y la telefonía móvil se abre una oportunidad interesante, pero poco explorada para la libertad de expresión. El potencial en ese campo es enorme. Estudios de mercado  revelan que 1.8 millones de hondureños son usuarios de Facebook, 300 mil tienen cuentas activas en ese servicio y 2.5 millones poseen teléfonos inteligentes y tabletas.

Concentración de propiedad y de los mensajes

De las tres características del sistema mediático, la que provoca más preocupación y, en alguna medida análisis, es la concentración de la propiedad en pocas manos, pero lo que complica el panorama y conlleva mayores riesgos es la concentración del mensaje, que no distingue entre grandes, medianos o pequeños propietarios.

La agenda informativa y de discusión que se impone desde el poder formal y desde los poderes fácticos recorre como impulso eléctrico todo el andamiaje mediático, de arriba abajo, con pocas excepciones. El golpe de Estado que fracturo al país a partir de 2009 generó espacios de comunicación opositora, pero no tuvo la fuerza para impulsar un modelo de comunicación distinto al tradicional. La diferencia principal es la bandera del partido o caudillo que se sigue, pero pluralidad informativa como tal no existe.

El debate por la verdadera democratización de la palabra está pendiente, casi inmovilizado entre enfoques político e ideológicos partidista y, en buena parte, maniqueos. De hecho, los hondureños tienen más acceso a medios, pero no a la veracidad informativa. El derecho a la libertad de expresión y opinión es tan vulnerado como el derecho a la salud o al trabajo. Todos aguardan a mejores tiempos para tener verdadera vigencia.

* Extracto de una ponencia sobre propiedad y concentración de medios presentada en el Encuentro Regional Centroamérica Voces Libres, el 23 y 24 de julio en Guatemala, organizado por el Centro Civitas. Manuel Torres Calderón es periodista, miembro de la Junta de Dirección de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras

Ir al contenido ... (en este espacio hay varias líneas de código de programación personalizado)